POR LA PRENSA ASOCIADA
El poder destructivo de los incendios forestales ha sido una característica definitoria de un verano de climas extremos.
Han muerto decenas de personas en varios continentes. Los incendios han reducido a escombros viviendas y negocios. El humo espeso ha oscurecido los cielos y ha arrastrado la contaminación de partículas finas a miles de kilómetros de su origen.
Es un patrón espantoso que, según los científicos del clima de todo el mundo, ha empeorado y alimentado por el calentamiento global causado por el hombre. Las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado considerablemente las posibilidades de que se produzca un clima cálido y seco que aumenta la probabilidad de incendios graves. Y si bien una gestión adecuada puede ayudar (por ejemplo, quemas controladas y tala de bosques crecidos), no siempre es suficiente para superar las probabilidades, ya que el cambio climático hace que las temporadas de incendios comiencen antes y duren más.
El costo para los humanos será enorme. Más allá de las consecuencias inmediatas, los expertos dicen que la exposición al humo de los incendios forestales puede causar problemas a largo plazo para la salud humana, con efectos respiratorios como asma y EPOC, así como impactos en la función del corazón, el cerebro y los riñones. El daño psicológico también puede durar toda la vida. Las personas que se encuentran en el camino directo de los incendios forestales pueden experimentar estrés postraumático o luchar con su salud mental después de perder a sus seres queridos, sus hogares o sus medios de vida.
El fuego es sólo una cara del cambio climático, que también genera calor abrasador, tormentas e inundaciones catastróficas y otras condiciones climáticas extravagantes. Pero las dramáticas imágenes de los infiernos de este verano, desde las llamas hasta las cenizas, son un crudo recordatorio de cuánto han cambiado las cosas y cuánto tenemos todavía que perder.